¿Otro loco más?
Alfred Wegener y su teoría de la deriva continental
Con planisferios más precisos, comenzó a surgir la idea de que los continentes encajan como las piezas de un rompecabezas, aunque no se le dio importancia hasta 1915, cuando Alfred Wegener, meteorólogo y geofísico alemán, publicó su libro “El origen de los continentes y los océanos”.
Wegener sugirió la hipótesis de que en el pasado había existido un supercontinente único, Pangea que hace unos 200 millones de años comenzó a fragmentarse en continentes más pequeños, los cuales “derivaron” a sus posiciones actuales.
Esta idea contrastaba por completo con los conocimientos de la época, que entendían a los continentes como estructuras permanentes, inmóviles y muy antiguas, por lo tanto que sus bordes de costa coincidieran no era argumento suficiente.
Investigando, Wegener descubrió que los paleontólogos habían encontrado restos fósiles de animales, como el Mesosaurus y de vegetales como el Glossopteris, en continentes muy distantes, siendo imposible que estos atravesaran el océano. La semejanza entre las rocas que hay a un lado y otro del océano Atlántico fue una prueba más, que junto a otras iban confirmando su idea.
Considerada un completo disparate, su hipótesis tuvo críticas muy hostiles. La principal objeción estaba en la imposibilidad de Wegener para explicar el mecanismo que movía los continentes. Luego de su muerte en 1930 el planteo fue olvidado.
En 1965 el físico y geólogo canadiense Tuzo Wilson sugirió que la corteza terrestre estaba dividida en varios bloques rígidos, llamados placas. Estas se mueven unas respecto de otras, debido a las corrientes del manto, provocando el movimiento de los continentes, entre otros fenómenos. La teoría de la tectónica de placas finalmente hacía justicia a Wegener.
Extraído y adaptado de:
Tarbuck E. & Lutgens F. (2005). Ciencias de la Tierra. Una introducción a la geología física. Madrid: Pearson Educación S.A.
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